La agobiada Shikasta: caída y desastre de los mundos colonizados

La agobiada Shikasta: caída y desastre de los mundos colonizados

El archivo mitológico de Shikasta

Re: Colonised Planet 5, Shikasta es la primera novela de la serie de cinco novelas de ciencia ficción Canopus in Argos: Archives de la escritora británica Doris Lessing. Esta novela se presenta como un archivo que, según un epígrafe inicial, compila documentos selectos con el fin de ofrecer una imagen general del planeta Shikasta a estudiantes principiantes del gobierno colonial canopeo, imperio cuya capital gira alrededor de la estrella Canopus. La mayoría de estos documentos son reportes de Johor, uno de los emisarios imperiales más influyentes del gobierno de este imperio transestelar. Johor ha sido asignado a los asuntos del planeta 5, una de sus principales posesiones coloniales.

Rohanda: un paraíso dirigido desde Canopus

Dos imperios galácticos rivales —Canopus y Sirius—, y más tarde un tercero, Puttiora, han observado el planeta Shikasta e intervenido en su desarrollo, durante millones de años. Este planeta no siempre se llamó así: fue rebautizado tras un gran cataclismo, ya que Shikasta significa “herido” o “agobiado”. A través de los distintos reportes recopilados en este archivo, se revela que la agobiada Shikasta representa una reescritura mitológica de la historia del planeta Tierra, reinterpretada como el relato de un mundo que ha perdido su armonía y ha perdido el sentido tras haber caído en el desorden espiritual. Antes de su caída, el planeta era denominado Rohanda, nombre que significa “fructífero” y que simboliza su potencial orgánico y su extraordinaria capacidad generativa.

El agobio de Shikasta representa el mito genésico de la Tierra como mundo caído, donde la religación con Dios del mito tradicional es sustituida por una conexión espiritual fallida con el poderoso imperio transplanetario de Canopus, bajo cuya tutela colonial se encuentra el planeta. Este imperio busca participar activamente en su desarrollo y, en cierto sentido, lo logra con intensidad, pero con escaso éxito. A pesar de las constantes visitas y observaciones durante los estadios primitivos del planeta, e incluso la transplantación de especies de otras colonias para fomentar relaciones simbióticas y acelerar el desarrollo local, fracasa en su intento por contrarrestar el cambio cataclísmico inherente al universo y producir la armonía o estasis característica de su sistema.

La caída y el nacimiento de Shikasta

Las primeras intervenciones de Johor y otros emisarios de Canopus y Sirius en Rohanda (luego Shikasta) tienen como objetivo preparar su integración en el evento de entrelazamiento cósmico, que lo habría vinculado de forma permanente con el estado armónico de su sistema imperial. Esta armonía, sin embargo, es paradójica: se sostiene en una Pax Canopea, una paz impuesta tras un acuerdo entre los imperios, dominado por Canopus pero favorable a Sirius. A este último se le concede el hemisferio sur, donde se llevan a cabo todo tipo de experimentos, tema de la tercera novela de la serie, The Sirian Experiments, mientras que Canopus se encarga del hemisferio norte, interesado particularmente en una raza de "monos" en desarrollo.

Estos monos protohumanos, bajo la tutela de Canopus, se vinculan simbióticamente con una raza de gigantes importados desde la décima colonia imperial. Esta relación simbiótica se mantiene con éxito durante diez mil años, en los cuales el desarrollo de los monos es guiado por los gigantes, mediadores del imperio. Según el relato de Johor, previo a la caída, esta relación se basa en una conexión mental colectiva facilitada por el entrelazamiento (The Lock), a través de la cual el Imperio transmite sus designios mediante himnos, rituales y canciones. El éxito del desarrollo depende de la obediencia absoluta a esta conciencia superior.

Los designios canopeos se comunican telepáticamente a los gigantes, cuya religación con el imperio se establece mediante una jerarquía de conciencias cooperativas: los monos obedecen a los gigantes, los gigantes a Canopus, y Canopus a su vez responde a influencias aún más elevadas, muchas de las cuales son incomprensibles incluso para sus propios agentes. La caída se produce cuando el entrelazamiento entre Rohanda y Canopus se interrumpe a causa de desavenencias astrales desconocidas. Así nace Shikasta, el planeta herido, producto del desequilibrio y la ruptura del vínculo con el imperio que había acelerado su evolución.

El desastre como estructura del mundo

En este estado de ruptura, predominan estados de conciencia criminales y destructivos, en los que la violencia suplanta al amor y la cooperación, atributos de los niveles superiores de conciencia. La historia de la degradación espiritual y material del planeta, desde su estado de gracia hasta su caída, estructura la narrativa de la novela.

En este mundo caído se desarrolla lo que gradualmente se revela como la historia de la Tierra. La imposibilidad de cualquier utopía o de un orden universal basado en el amor se resume en la palabra desastre. La novela se sostiene sobre la noción de que el cambio es la única certeza universal. Desastre implica etimológicamente una desavenencia entre los astros y, por extensión, una pérdida de fortuna: las influencias macrocósmicas, al ser incomprensibles, devienen azarosas. El desastre ocurre cuando no puede evitarse la ruptura de vínculos mentales entre distintos niveles de conciencia cooperativa, debido a estas desavenencias cósmicas inevitables. Así se configura Shikasta como símbolo del fracaso espiritual y del destino incierto de los mundos colonizados.

En tiempos donde los discursos sobre el colapso, la alienación y la pérdida de sentido resuenan con fuerza, Shikasta parece hablarnos más que nunca. ¿Vivimos también en un planeta herido? La novela nos recuerda que el desastre no es solo una catástrofe astral, sino también el resultado de vínculos rotos que operan simultáneamente en los planos materiales y de la conciencia.

La desconexión con los ritmos del mundo, con los otros y con lo trascendente no es un accidente: es la señal de una caída profunda, de un mundo colonizado no solo por potencias exteriores, sino por ideas que fragmentaron la totalidad. Frente a ello, queda la memoria de Rohanda, la pregunta por los vínculos posibles, y la necesidad de imaginar nuevas formas de religación.

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